Llegó a mi en un transportín paralizada por el terror a lo desconocido, recogida de la calle, apenas se movía, y al tocarla estaba rígida como una roca. Nos fuimos juntas a casa y lo primero que hice después de habilitar su habitación fue prepararle un remedio de flores de Bach. No había usado nunca un cajón de arena, por supuesto, pero en cuestión de 20 horas aprendió a hacerlo.Comía entre gruñiditos y mirando de reojo a su alrededor, ¡como devoraba!
Al entrar en la habitación se escondía en el transportín y sólo salía muy tímida después de pasarme mucho rato provocándola con un cordón elástico, que linda...
Todo la asustaba, si hablabas o respirabas fuerte, cualquier ruido o movimiento rápido...
Poco a poco las flores empezaron a hacer sus efectos, Sushi y Umi (dos de mis gatos), me han estado dando una magistral lección de paciencia y protocolos felinos de bienvenida. Paciencia, mucho amor, paciencia...
Han pasado dos semanas y esta pequeñaja ya se sube sola a la cama, pasa el rato persiguiendo el rabo de Sushi y aprendiendo las traviesas maldades de Umi, ha aprendido a respetar los bufidos y las distancias de Murka y ya no se eriza ante la presencia del sieeempre cuidadoso y angelical Biscuit (mi perro Bretón).
Hoy me ha regalado este momentazo de la foto, se ha acurrucado en mi regazo, hemos hablado un poco de las cosas de la vida, se ha quedado dormidita ronroneando y yo deshecha de amor, he decidido escribir su historia que casi acaba de comenzar.
Le queda mucho por delante, de momento esperar a que esa persona especial haga caso de su llamada felina y venga a buscarla. ¿Eres tú?
